El escritor español presentó "Que nadie duerma", en la que lo onírico y lo real se entrelazan abrazados por "Nessun dorma", el aria de Turandot.
por Gonzalo Domínguez Loeda
“¿A qué llamamos fantasía?”, se pregunta el escritor español Juan José Millás acerca de uno de los elementos más característicos en sus novelas, “llamamos fantástico a realidades que no están consensuadas”, asegura.
“Pero la realidad consensuada es bastante fantástica”, afirma en una entrevista con la agencia EFE en Bogotá, Colombia, donde presentó su última novela “Que nadie duerma” (Alfaguara), en la que lo onírico y lo real se entrelazan abrazados por “Nessun dorma”, el aria de Turandot.
Esa dualidad entre realidad y ficción es donde se mueve Lucía, una programadora informática metida a taxista para huir de la crisis que protagoniza su última novela
Lucía se considera una mujer pájaro, al igual que su madre y busca con desesperación a un actor de teatro del que se ha enamorado.
“Hay una perspectiva muy onírica acerca de la realidad consensuada como si tuviera algo de pesadilla, como si tuviera algo de carácter fantástico la propia observación de la ciudad como un espacio muy turbado, muy aberrante en ocasiones”, sostiene Millás acerca de su novela.
Por ello, asegura que hay pasajes “que darían la impresión de que están escritos o imaginados en esta zona que está entre el sueño y la vigilia”.
“Cuando despertamos tenemos un pie todavía en el sueño y ahí se mezcla una cosa con otra, vivimos en una frontera muy extraña que nos gusta. Esa zona se llama ensueño, una zona a la que puedes dirigir todavía un poco los sueños y cabalgar sobre ellos”, explica el escritor y periodista nacido en Valencia en 1946.
Millás considera que “no hay un corte excesivo” entre realidad y fantasía porque “generalmente pensamos que entre el sueño y la vigilia hay una zanja”.
Sin embargo, en su opinión “el sueño es una continuación de la vigilia y la vigilia lo es del sueño”.
“Pero como eso nos produce mucha inquietud, lo que hacemos a efectos metodológicos es trazar barreras imposibles de franquear. Pero gran parte de la realidad observada desde algún punto de vista es un sueño, es un delirio”, sostiene.
Y apostilla: “La realidad es un delirio. Lo que pasa es que es un delirio con el que hemos llegado a acuerdos”.
Como muestra de esa mezcla de fantasía y ficción, la novela tiene su ancla en una realidad bien reconocible como es la crisis económica que Millás considera que se ha instalado en las sociedades.
“Es que narrar un sueño puede ser algo muy realista. Manejamos nomenclaturas muy confusas. ‘Alicia en el país de las maravillas’ es una novela fantástica, sin embargo habla de la realidad mejor que muchas novelas realistas, por eso ha resistido”, comenta el escritor español.
No sólo sucede con la obra maestra de Lewis Carroll, en su opinión, eso también sucede con la “Divina comedia”, que “es un delirio”.
“Toda gran obra literaria tiene mucho de delirio, pero son esas obras que tienen grandes zonas de delirio de las que luego resisten. ‘El Quijote’ es un delirio permanente que resiste, pero las obras realistas escritas a pie de realidad sin conseguir trascender la realidad no resisten porque mueren con su tiempo o con la anécdota que relatan”, subraya.
“Que nadie duerma” está además ambientada en un Madrid descrito con la precisión que permite reconocer sus esquinas.
La ciudad en que vive Millás desde su infancia se ha transformado, según considera, en un lugar “muy deprimido” desde que comenzó la crisis económica en 2008.
“En parte como casi todas las grandes ciudades (…) porque son territorios hostiles, donde es muy difícil encontrar trabajo, donde no hay un horizonte para los jóvenes, donde la gente vive sola y muere sola en su casa”, añade.
Para Millás, la crisis “parece que se ha instalado” y es en realidad “un modelo nuevo de relaciones humanas”.
En ese contexto, la soledad que sobrevuela también la novela “va cobrando fuerza”.
Millás calcula que en una ciudad como Bogotá, de unos ocho millones de habitantes, “hay un montón de pisos donde una persona está muerta, ha muerto sola y todavía no se ha descubierto”.
“Esto es una epidemia que hay que hacer frente. La gente sola enloquece”, asegura.
Antes de despedirse deja una última reflexión: “Yo no soy pesimista, pesimista es la realidad”.
EFE.